Detrás de esta simple traducción molecular, sin embargo, hay una fórmula más compleja de lo que parece. Si el artista ha hecho de los elementos naturales, el fuego, la tierra y el agua un objeto y un vehículo para muchas de sus obras, más que el simbolismo arcaico de las formas elementales, es aquí la interacción entre naturaleza y el artificio lo que le interesa. A través del uso de colores ácidos, estas visiones oníricas juegan con el movimiento rápido, la fuerza y la imprevisibilidad que el elemento acuático puede asumir, tanto atento a las transformaciones del paisaje natural, como al intento del ser humano de buscar un equilibrio, a menudo en suspensión, entre defensa y ruptura con lo natural. Las obras hipnotizan y seducen, a pesar de la conciencia de que este espectáculo puede ser una oscura advertencia del daño irreversible que el hombre inflige al medio ambiente.
Alexandra Marini, Extracto del libro “PASTOR”, 2017